7 de julio de 2011

Hefestión se moría

Aquellos labios que habían sido un manjar exquisito, besados hasta la saciedad, acariciados después del combate del amor, estaban ahora agrietados por la daga mortal y su cabello veteado por el gris de los años y la enfermedad, se extendía sobre un cojín de sedas preciosas y bordados de oro.

La cama sostenía el cuerpo que cada vez más difícilmente dejaba entrar y salir el aire en sus dañados pulmones. Hefestión moría, sus latidos se hacían casi sordos, su corazón no podía más después de sostener tantos sentimientos. Hefestión se moría…
En esos momentos de agonía, quería decirle muchas cosas mientras haciendo oído sordos a sus suplicas, andaba por la habitación haciendo planes para el futuro. Hefestión no tenía ya futuro, moría poco a poco.

En un último esfuerzo, trató de coger más aire para decirle que le amaba y ese esfuerzo fue su final. Se quedó con la mirada clavada en el techo, donde las cortinas se dejaban caer para arropar su cama. Sus ojos se quedaron sin vida, mirando el infinito de la muerte. Se alejaba su alma de aquel cuerpo que había sido amado hasta la locura y ahora la muerte le recibía como compañero y se retorcía de placer pensando que ya seria suyo para siempre.

Alejandro seguía hablando y un rayo pareció iluminar su rostro cuando intuyó el final; se volvió hacia su amado amigo. No había vida en la serenidad de aquellos ojos, se habían vuelto plomizos y opacos, no había vida en aquellas manos rotas de tanto empuñar la espada. Las telas tejidas en oro daban mortaja al más bello entre los bellos, al  más amado entre los mortales. Hefestión había muerto…

La figura negra de la muerte se dejó ver ante el rey por unos segundos, quizás quería darle un lance de celo porque ahora el amado era suyo y el rey se quedaría sin la mitad de su corazón. Alejandro trató de clavarle un cuchillo pero fue en vano, la muerte lanzó una carcajada y se acerco a la cama del ahora túmulo, de Hefestión.

Llora el rey sobre el cuerpo sin vida de su amor, la Muerte se aleja sonriendo, sintiendo que el futuro será mucho más bello con la compañía de Hefestión. Se aleja más, se diluye en la nada y sigue la senda marcada por el destino donde ya le espera el alma del guerrero, el alma del amante.

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